jueves, 1 de julio de 2010

Increible, pero cierto ... en Bodegas Remelluri

A los consumidores, en la mayoría de los casos, sólo nos queda aguantarnos cuando una empresa decide no cuidar a sus clientes. En este caso, hemos decidido contarlo, y que sea la audiencia la que decida expulsar o salvar a la bodega nominada.


Lo que para nosotros era un agradable fin de semana en La Rioja, entre amigos, la cuadrilla de la universidad y sus parejas e hijos, se convirtió en una experiencia muy negativa.

Nos consideramos un grupo bastante educado, tenemos ya nuestras familias, treinta y bastantes tacos y estamos ocupando cargos de responsabilidad en empresas privadas y en las administraciones públicas. Vamos, acostumbrados a comportarnos en público y a disfrutar de la gastronomía y las visitas culturales que cada región nos ofrece.

La historia fue así, queríamos visitar una bodega, no encontramos ninguna cerca de donde teníamos la casa rural y nos tuvimos que ir hasta Labastida. Bodegas Remelluri, una bodega que encontramos por Internet y que parecía el escenario ideal para pasar un sábado entre amigos.

Cuando llegamos allí, ya empezamos a percibir que el personal, esta persona a la que nos referimos, nuestra amiga “la guía”, estaba cabreada con el mundo y quería irse a cualquier otro lugar.

Comenzó la visita y comenzaron las malas caras, el grupo no le prestaba toda la atención que ella demandaba, y en lugar de ser amable y reconducir la situación ponía mala cara y gritaba.

En este punto, ya todos nos mirábamos sorprendidos. Pero aun no había llegado su gran amenaza, un par de niños de menos de dos años que estaban en nuestro grupo.

En un momento de la clase magistral, por llamarlo así, uno de los niños emitió un ruido propio de su edad. La mirada lo fulminó, a él y a su madre. La madre, una de las personas de nuestro grupo, atendió al niño para que no hiciera más ese horroroso ruido de niño, ese bramido....

Al cambiar de estancia, nuestra amiga “la guía” se acercó a la susodicha madre y le imploró que mantuviera al pequeño ser amordazado, ya que era molesto para la visita, se lo habían comentado otros visitantes. Este punto no lo hemos podido corroborar ya que entre el sonido del niño y la imploración de mordaza, ella no había hablado con nadie, pero esta claro que alguien del grupo, de alguna otra manera, se lo había hecho llegar.

Bien, aquí ya todos nos mirábamos perplejos, pero bueno ... seguimos con la visita.

En la siguiente sala, para evitar que el pequeño ser volviera a bramar, su madre le dio unos gusanitos. Grave error.

Nuestra amiga “la guía” hablaba pero no quitaba la mirada de los jóvenes seres que comían "gusanitos" con avidez. Una mirada detrás de otras, pero los niños, inexplicablemente, no entendía la mirada de reprobación.

De repente, nuestra amiga “la guía” se calla y fija sus dos ojos saltones en las dos "criaturas". Se hace el silencio. En el ambiente hay tensión, o mejor dicho miedo....

Las madres se interponen entre la feroz mirada de la guía y sus pequeñas crías, temen un ataque inminente.

La guía, con su cara de cabreo y sus ojos saltones abre la boca y dice "ESTA PROHIBIDO COMER EN LA BODEGA". Se hace el silencio de nuevo.

Las dos madres, algo asustadas, retiran el alimento a sus vástagos y piden disculpas, pero ...

Los niños, de manera inexplicable, al verse privados del alimento que tanto les entretenía, y de manera muy irresponsable por su parte, vuelven y reitero, vuelven a emitir su bramido de protesta.

Aquí ya, la mirada cabreada y los ojos saltones son un arma que deja petrificado a todo el grupo.

Hay un silencio sepulcral, hasta el vino deja su proceso de crianza.

La guía abre de nuevo la boca. Esta vez para expulsar al niño y su familia de la visita. Por cierto, que se equivoco de niño, pero bueno.

En este punto, ya estábamos todos, nuestro grupo y el resto de visitantes, alucinados con la situación.

Las dos familias con los niños abandonaron la visista y esperaron fuera.

El resto continuamos.

Ya sin niños la situación se repitió un par de veces. Los adultos comentan entre ellos ciertos aspectos de la visita produciendo un ruido de fondo tremendamente molesto para nuestra amiga “la guía” que continuaba poniendo cara de furia y subiendo la voz para reclamar respeto.

Por cierto, los que debemos hablar en público diariamente, sabemos que el respeto no se consigue subiendo el tono de voz y poniendo cara de cabreo. Que pruebe a mejorar su retórica, a utilizar los silencios y dejar participar al auditorio.

Al salir de la visita, teníamos contratada la comida en la misma bodega.

Reunión del conclave. Decisión complicada. Las 15:00h y sin otro sitio reservado, un grupo de 11 personas humanas y dos pequeños bramadores.

Decidimos comer allí y protestar al encargado.

La comida y las explicaciones del encargado, que también furon para contarlas, en el próximo post.

2 comentarios:

  1. hola,
    me parece muy fuerte que un grupo de personas de "30 y tantos tacos" tenga tanto tiempo libre como para dedicarse a perder el tiempo criticando algo que ni siquiera parece ser que intentaran disfrutar,digo esto porque yo vivo muy cerca de esta bodega y la visité no hace mucho,el personal no fué maleducado conmigo y merece la pena
    visitar esta bodega aunque solo sea por el entorno que es inigualable.
    un saludo.

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  2. Hay quien no entiende los límites. Los niños, niños son pero los padres de 30 y tantos deberían tener más criterio que sus hijos. Si yo pago una visita a una bodega, lo que quiero es poder prestar atención, aprender y disfrutar de la misma. Si no lo entendéis, mejor que paséis el fin de semana en un parque de atracciones. Te lo dice una madre de familia numerosa. Valiente panda de memos que encima crean un blog para mancillar el nombre de una bodega. El trabajo de los demás se respeta. Tranquilo, tus monstruitos crecerán y cuando sean adolescentes verás lo que es bueno.

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